jueves, 13 de mayo de 2010

Misioneros de la Virgen Peregrina de Schoenstatt

El domingo día 9 de mayo mi esposa y yo fuimos al Santuario de Schoenstatt (en Pozuelo) a hacer nuestra Alianza de Amor con María. Esto es entregarle a María mi corazón, mi cuerpo, mis fuerzas, mi capacidad de amar y actuar, mi casa, mis bienes... todo para que Ella haga con todo ello lo que le parezca mejor.
A cambio ella intercede por mi para llevarme al corazón del Señor.
 
Es una forma de continuar la labor del discipulo "amado" (San Juan -> Juan 19, 25-27) que "desde aquel momento la acogió en su casa".
 
Por la mañana, antes de la misa de 12, preparamos la ceremonia. En la homilía, el padre Borja nos explicó el significado de la Alianza de forma que no nos quedó duda de lo que íbamos a hacer tras la misa. En la ceremonia de la Alianza nos leyeron los "terminos" de la misma para que supiesemos bien lo que íbamos a hacer. Me llamaron la atención dos comentarios/condiciones: 1) demostrarle con obras nuestro compromiso y 2) la alianza empieza "ya" es decir una vez sellada.

Por supuesto hicimos la Alianza y leímos la oración que le habíamos hecho a María y nos dieron la medalla. Fue un momento muy emotivo y muy alegre.

Charlamos y saludamos a un montón de amigos que nos felicitaron por la Alianza, gente que estuvo con nosotros en las Misiones Familiares, que había ido desde Asturias o simplemente gente que había ido a disfrutar del día del Santurario.

Pero a las 6 de la tarde recibimos un regalo totalmente inesperado: nos entregaron una Virgen Peregrina para que nosotros, como misioneros, se la llevemos a gente de nuestra tierra (Gijón, Asturias) y hagamos que su presencia llegue a quien lo necesite.

Así acogemos a María en nuestra casa y sin duda Ella nos acoge a nosotros, nos transforma haciendo surgir en nosotros un gran ansia de su amor, de su cariño y de ponernos a su disposición y nos envía como misioneros suyos para hacerla llegar a nuestros "hermanos". Las tres Gracias del santuario concedidas "ya".

Era impensable, para alguien (yo) para el cual María era poco más que un personaje histórico hasta hace unos meses. Pero ahora tengo clara misión. Sé que no es fácil, pero también sé que soy un instrumento en sus manos (las mejores que podría esperar, por cierto) y que sólo tengo que dejarme llevar por Ella.

Esta fue mi oración, escrita antes de tener conocimiento de los acontecimientos que iban a ocurrir este domingo:

"Madre María,
quiero ser amigo íntimo tuyo
por eso te ofrezco
mis más íntimos anhelos.
Quiero ser tu guerrero,
con el Amor como espada,
la Paciencia como armadura
y la Esperanza como escudo.
Guerrero que está siempre dispuesto,
siempre preparado para la batalla,
siempre entregándome del todo.
Tú sé guerrera en mi corazón,
lucha contra mi pereza,
destroza mis egoísmos y
combate mi orgullo.
María, sé mi Reina,
llévame hasta el Señor."

Además, como recomendo Juan Pablo II, pongo este blog al servicio de María y de su misión.

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