lunes, 26 de octubre de 2009

Una palabra tuya

Mi tercer hijo ha hecho la comunión este año y le han regalado un libro que se llama "Historias de la Biblia", es un resumen muy resumido de los principales pasajes y personajes del antiguo testamento y de la vida de Jesus sacada de una mezcla de los 4 evangelios.

Hasta hace unos meses les leíamos por la noche un cuento de algún libro de cuentos de los muchos que hay por casa, pero ya son un poco mayores para esos cuentos así que empezamos a leer este libro a un capítulo (dos páginas y con un gran dibujo) por noche. Después comentamos entre todos la lectura y tratamos de que las ideas queden un poco más claras.

Ayer tocó el pasaje (Mateo 8, 5-13; Lucas 7, 1-10;) en que un centurión romano se acerca a Jesús para pedirle que cure a su sirviente. Jesús se ofrece a curarlo pero el centurión no se considera lo suficientemente digno como para que Jesús entre en su casa, en cambio cree firmemente que a una sola palabra de Jesús el sirviente se curará. Y así ocurre.

Esa petición del centurión la repetimos los cristianos en misa al terminar la consagración y un poco antes de recibir la comunión:


Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme.



Esta frase ha sido muy importante para mí durante muchos años. Expresa, para mí, dos estados en continua lucha:

  • Por un lado está una posturá de cristiano acomodado que espera y confía que Jesús le salve aunque él (yo) no haga gran cosa por merecerlo (ir a misa los domingos, no "forzar" los mandamientos, ...).

  • Por el otro la sensación de desasosiego de que eso no es suficiente, de que hay que hacer algo más, de que Jesús quiere algo más de mí.

De hecho, hacía muy poca oración, aunque quizá no pocos rezos. Orar es hablar con Dios y si estás un poco receptivo (no hace falta mucho) no es ya que te hable, "es que no hay quien lo calle" y eso atenta contra toda comodidad, pasotismo, egoismo...

Si se le quiere escuchar, Dios te habla. No es que vayas un día por la calle y veas una llama que no consume una zarza, sino que te va poniendo ante situaciones en las que debes reaccionar de alguna manera, como quieras pero de alguna forma. Es nuestra libertad en esos momentos responder cómo queramos, pero una respuesta nos (me) lleva a una nueva situación y así sucesivamente.

Con un poco de coherencia personal llega un momento en que caes en la cuenta de que Jesús o María o, realmente, Dios (a cada uno le es más fácil acercarse a una persona o a otra) es ya lo que de verdad da sentido a tu vida y te rindes a Él.

El camino no termina ahí, no es que acabe de empezar y sí es un buen paso, pero ahora hay que mantenerse centrado en el camino. Eso no es fácil pues soy muy dado a "echarme en los laureles" y a "mañana ya veremos", pero justo ahí vuelve la frase que ha provocado esta oración y la varío y la adapto a lo que siento:

Señor, no soy digno de que vayas a mi lado, pero guíame que no se por donde seguir.

Señor, algunas cosas voy haciéndolas mejor, pero aún me falta energía.

Señor, hoy te he fallado, pero me he dado cuenta de qué ha estado mal y mañana espero (con tu ayuda) hacerlo bien.


Amén

1 comentario:

Aurora Llavona dijo...

Me parece preciosa tu relexión. Me identifico con todo lo que pones ;-)